Comer bien no debería ser complicado.
Lo que compras todos los días podría estar robándote energía.
En 2005 nos dimos cuenta de que lo que parecía comida “normal” estaba llena de químicos que nos dejaban pesados, sin energía y con la sensación de haber hecho algo mal sin querer.
La decisión fue simple: cocinar solo con lo necesario —sal de mar, especias y aceite de coco— y nada más. El cambio fue tan evidente que no pudimos guardarlo para nosotros.
Hoy, después de casi 20 años, seguimos igual: menos ingredientes, más sabor, cero miedo a lo que comes. Porque lo que pones en tu plato se queda en tu cuerpo… y en tu ánimo.